La Españaza de Torrente (el brazo tonto de la ley) lleva varios días ofendida por una campaña de educación sexual de la Junta de Extremadura que, según ellos, pretende promover la masturbación entre los jóvenes. Ante tal provocación, cierta derechona se ha escandalizado entre risas rijosas, como si viviese dentro de una cinta de chistes verdes de gasolinera (¡Ha dicho paja! ¡Ja-ja-ja!). Son tan gruesas sus carcajadas que hasta me duele explicarles que la noticia es falsa.
Como de costumbre, la realidad no tiene nada que ver con el estropeado titular: basta con leer el manual de la campaña en cuestión (PDF, 26 MB) para comprobar que se trata del tipo de información para adolescentes que hoy, en el año 2009, no debería ofender. Es un pequeño librito de 50 páginas que habla de anticonceptivos, de malos tratos, de enfermedades de transmisión sexual, de la menstruación, de la homosexualidad… Sí, también trata la masturbación, pero ni es el tema principal de la campaña ni pretende fomentarla. Simplemente explica que no produce daños físicos y también que no es sólo cosa de chicos (¡oh! ¡cielos!).
Curiosamente, los mismos que no quieren que los jóvenes sepan para qué sirve un condón son los que después se indignan ante el alto número de abortos. Pero la educación sexual no sólo tiene como fin evitar embarazos no deseados: es algo que va más allá de la reproducción, por mucho que escandalice la palabra placer a la tradición religiosa, que siempre se construye sobre la represión del deseo y la culpa.
El sexo es algo poderoso, pero no sólo porque traiga vida al mundo. También trae felicidad a la vida, aunque a algunos les ofenda.
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